– “Ayer me cogí a Lucía”.
– ¿Qué dices cabrón?.
– ¡Sí! Jajajaja. Estaba hasta las manitas de borracha, no mames. Se caía pa’ todos lados y decía a cada rato que se quería ir pa’ la casa.
Así que me dije, “esta es mí oportunidad”, y pues la llevé pa’ la mía.
– ¡No mames, que puta suerte!.
¿Coge bien o qué?.
– Bueno, estaba muy borracha, hoy por la mañana no se acordaba de nada, pero me la cogí tres veces, y me vacíe dentro y todo…
Podía hacer con ella lo que quería, jajajaja.
– ¿Y te la cogiste hoy?.
– No, ¿cómo crees? Lucía no cogería conmigo en sus cinco sentidos, ni de milagro, con lo buena que está. Esta mañana se fue corriendo en cuanto se despertó y vio dónde estaba, se moría de vergüenza.
– ¿Y cómo tiene las tetas?… ¡Cuenta!.
– Espérate, le tome varias fotos porque estaba tan borracha que no se enteraba de nada, jajajaja, ahora te las mando.
– ¡No manches “güey”!… Mándalas, mándalas… Jajajaja, ¡qué bueno se pondrá esto!”.
La mayoría de las violaciones no son cometidas por un hombre con pasamontañas esperándote en un lugar solo y obscuro.
La mayoría de las violaciones, son cometidas por alguien conocido.
Y en el diálogo que acabamos de leer, nos encontramos con tres protagonistas:
Un violador, una mujer violada, y un cómplice.
Y lo más cabrón de todo, es que seguramente, ninguno de los tres piense que lo que ha pasado, se llama VIOLACIÓN, sino que ha sido algo dentro de la fiesta, cosas que pasan si tomas de más.
Y aún más cabrón es que muchas de las personas que lean esto, pensarán lo mismo, o que la culpa, es de Lucía, por no “saber cuidarse” o por haber bebido tanto, por salir sola, por no darse a respetar.
De: Paula Marín.