“Tus hijos no son tus hijos/ Son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma.” Este bello verso de Khalil Gibran resume en pocas palabras la misión que los padres concluyen cuando los hijos salen de casa para crear su propia historia de vida. Aunque estemos acompañándolos, ellos ya le pertenecen al mundo. Les dimos las herramientas para aprender a volar con sus propias alas. Ahora nos toca el desafío de empezar una nueva etapa.

El síndrome de nido vacío

Cuando los hijos llegan a la adultez y salen de casa ya sea por estudios, porque se casan o porque han decidido independizarse, caemos en la cuenta de que los polluelos han empezado a levantar vuelo y abandonan el nido. Es el momento en que nos invade un inmenso vacío. Ellos ya no están, ya no preparas su ropa, ni estás pendiente de la hora en que llegarán para alistar la cena. Se han ido y el vacío te deja una gran tristeza. Eso es lo que conocemos como el “síndrome de nido vacío”.
Si bien el síndrome es reconocido, lo cierto es que carece de entidad diagnóstica. Sin embargo, estudios realizados demuestran su existencia y aunque se da en hombres y mujeres, son las mujeres las que lo padecen con más intensidad.

Reorienta tu rol de madre

Haz cumplido con una importante etapa en la vida de tu hijo. Ahora que se fueron, reorganízate, convierte esa tristeza en la confianza que tu hijo necesita de ti para organizar su vida independiente y su hogar. Necesitará consultarte sobre esta nueva etapa, no para que invadas su nuevo espacio, sino, para que le brindes tus opiniones y tu experiencia.
Desde esta nueva posición puedes ser de mucha importancia para tus hijos. Te servirá de aliciente para la angustia que te ha generado su partida. Piensa que no se han ido de tu vida para siempre. Está cerca y tú sigues siendo igual de importante para ellos. Emprende tu nuevo rol y comprenderás que las tristezas no tienen sentido.

Concéntrate en lo que has ganado

En ocasiones la condición de seres humanos nos lleva a concentrar nuestras energías en las pérdidas por las que atravesamos, sin darle lugar a lo que realmente hemos conseguido.
Cuando un hijo se va de la casa es porque ya se encuentra listo para asumir y llevar las riendas de su vida, lo cual traerá tanto para él como para ti beneficios y nuevas oportunidades. Es por este motivo que decimos que vale la pena canalizar las nuevas expectativas y necesidades de manera positiva. Puedes enfocarte en nuevos proyectos personales que pudiste haber dejado de lado. Ponte a trabajar la idea de estos nuevos horizontes.

La ventana hacia una nueva perspectiva

Si ya has cerrado una parte importante de tu vida, date la oportunidad de comenzar una nueva etapa. Puedes ocupar tu mente y tu tiempo en actividades que te agraden y traigan consigo otros beneficios. Por ejemplo, inicia un voluntariado, obras de beneficencia, trabajo comunitario o algún proyecto que hayas decidido postergar por la maternidad. Estas suelen ser opciones sobre las cuales sería bueno redireccionar tus capacidades y tu energía.
Piensa, ante todo, que eres el ejemplo de tu hijo. Si hasta aquí lo has podido acompañar y llevar de la mano, no te será difícil demostrarle una vez más, que eres capaz de implementar cambios en tu vida para tu bien, y que esa capacidad de reinventarte le deja una impronta con la cual será capaz de enfrentar sus propios desafíos.

Atraviesa el duelo

Este también es un tipo de duelo. Sientes que has perdido algo y debes reponerte de esa pérdida que, en realidad, no es tal. Simplemente hubo un cambio de roles y de lugares.
Es, sin embargo, muy saludable que puedas expresan tu dolor de la manera que lo necesites, pues estás atravesando por un proceso de duelo que poco a poco quedará atrás. Descuida si visitas el cuarto y tomas de tanto en tanto las pertenencias de tus hijos. No te preocupes si sientes ganas de llorar, debes hacerlo para liberar tu angustia. Se trata de un momento de recogimiento emocional muy personal. No te niegues a las lágrimas de desahogo, pero tampoco te aferres a ellas. Sigue adelante.

Vive tu relación de pareja

Es importante que mientras los hijos aún están en casa, tengas con tu pareja tu propio espacio. La intimidad de la pareja, ese espacio común donde se sientan cómodos, aunque no estén los hijos es fundamental para sostener la relación a lo largo de los años. Permítanse salidas a solas, una cena, una película o también eventos con amigos donde ustedes puedan disfrutar de estar solos. Llegado el momento en que el nido queda vacío, esta constancia te permitirá fomentar más que nunca tu relación de pareja.No estás sola, estás con él.
Cuando los hijos se fueron quedaron con más tiempo libre y es la mejor oportunidad para disfrutar con la pareja y para buscar actividades novedosas que sean del agrado de ambos: salir a comer, practicar deportes, conocer nuevos lugares o viajar.

Aprende a dominar los temores

Por lo general, durante la crianza de los hijos, las preocupaciones son permanentes. Tienes miedo de los peligros de la calle, estás pendiente de la hora en que deben llegar, te preocupas por todo. Cuando ellos se van quedas predispuesta a la preocupación precisamente porque no están en casa y bajo tu atención.
Haz el ejercicio de liberte de tener que estar pendiente permanentemente de ellos, no significa esto que los abandonas a su suerte, simplemente estarás participando de aquello que es bueno que compartas con ellos, aprendiendo con el tiempo a dejar atrás los quebrantos. Dale la oportunidad de defenderse en la vida que escogió con las herramientas que le has dado durante toda su vida. Esa será tu mayor satisfacción.
Puedes incluso practicar ejercicios de relajación que te permitan liberar las tensiones y arrancar de tu mente todos los pensamientos negativos que te roben la tranquilidad. Vive esta nueva etapa y deja a tus hijos crecer en tu propio espacio.

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