Aunque de orígenes inciertos, estos sencillos ejercicios pueden traer algunos beneficios a tu vida.

La fuente de la eterna juventud aparece como un lugar fantástico de leyendas y mitos alrededor del mundo, o bien como metáfora de una búsqueda infructuosa por desmarcarse del paso del tiempo. En 1939 fue publicado un pequeño manual de ejercicios titulado simplemente Los cinco ritos tibetanos de la eterna juventud, que prometía justamente restaurar la juventud en los ancianos y dar más vigor a los jóvenes; a diferencia de muchos manuales de superación y cosas que uno se encuentra, este librito parece haber funcionado (al menos parcialmente) para muchas personas.

Según la leyenda, el joven Peter Kelder, posterior autor del manual, conoció a un coronel retirado del ejército, quien afirmaba haber vivido en retiro con unos monjes (cuya localización exacta nunca compartió); en el monasterio, los monjes le enseñaron al coronel una serie de técnicas iniciáticas entre las cuales se encuentran los cinco ritos, que albergan cierto parecido con prácticas de yoga vinyasa, aunque el origen y significado de esta práctica permanece como materia de disputa entre los yoguis hasta nuestros días. Lo que sabemos (al menos por el relato de Kelder) es que el coronel pasó de ser un anciano de cabello gris a recobrar el vigor y fuerza de su juventud, además de que su cabello volvió a crecer igual que de joven, su memoria mejoró, y la gordura y flacidez desaparecieron. Tal vez Kelder exageraba las ventajas (que incluyen alivio de sinusitis y dolor artrítico, mejora de la digestión, etc.), pero no hay más que probar por uno mismo.

Dejamos aquí una somera descripción de los ritos, que no son más que ejercicios aeróbicos. El manual no sugiere un tipo de respiración específico ni un número exacto de repeticiones, pero se recomienda tratar de hacerlos diariamente durante algunos minutos; también es importante que, si decides practicarlos, consultes a un profesional de la salud en caso de tener alguna lesión previa, la cual pudiera agravarse a causa del ejercicio físico.

Primer rito

De pie y con los brazos extendidos a la altura de los hombros, hay que girar en dirección a las manecillas del reloj (pero de izquierda a derecha), hasta sentir un ligero mareo.

Segundo rito

Luego hay que acostarse en el suelo, con las manos colocadas a ambos lados del cuerpo y los dedos juntos, para tratar de subir las piernas lo más alto que sea posible, sin doblar las rodillas; a la vez, inclinamos la cabeza hacia adelante tratando de que el mentón toque ligeramente el pecho.

Tercer rito

De rodillas, con las manos a los lados y las palmas planas contra las piernas, hay que impulsar la cabeza hacia adelante para que la barbilla toque el pecho; después hay que inclinarse hacia arriba lo más posible, sacando el pecho y doblando la cintura.

Cuarto rito

Partiendo de una posición sentada (con el cuerpo formando una ele), las piernas juntas, con puntas hacia arriba y brazos a los costados, hay que colocar las palmas bien planas sobre el suelo, con los dedos juntos y hacia el frente. Desde ahí, llevaremos la barbilla hacia el pecho. Luego de esto hay que subir el cuerpo poco a poco, doblando las rodillas y manteniendo las plantas de los pies sobre el suelo, echando la cabeza hacia atrás, hasta formar una especie de arco. El manual dice que los brazos “deben permanecer verticales mientras el cuerpo, de los hombros a las rodillas, estará horizontal”. Luego volvemos a la posición inicial y se repite a discreción.

Quinto rito

Los practicantes de yoga reconocerán la secuencia de movimientos como la posición de la cobra y perro bocabajo: nos colocamos bocabajo con las manos a la altura de los hombros, los pies ligeramente separados, y estiramos hacia adelante como sacando el pecho, alzando la mirada y estirando la espalda; luego, sin mover las palmas de las manos ni los pies, echamos la cadera hacia arriba, estirando nuestras extremidades y dejando que la cabeza caiga sin tensión, por su propio peso.

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