¨Mi hijo se quedó dormido cuando yo estaba trabajando¨, expresó Zulfiya, de 35 años. Después de un matrimonio de 10 años y 4 hijos el divorcio nunca pasó por su mente, pero su marido, Daichi, no opinaba lo mismo. Cada que llegaba del trabajo tenía un pretexto para hacerla sentir mal; golpes y reclamos eran cosa de rutina, pero siempre había un nuevo día, una oportunidad para hacer las cosas mejor, hasta que…
Pasaron dos semanas y Daichi no había ido a dormir a la casa. Zulfiya estaba preocupada; en la alacena sólo quedaba un poco de arroz y agua, y en aquella habitación había cuatro niños menores de 10 años a los que debía alimentar. El pequeño de dos años, Ishaq, hacía mucho que no probaba la leche. El padre regresó, totalmente borracho pero su familia lo recibió con alegría. Eso no le importó, pues sólo volvió para tomar sus cosas e irse con su amante.
Daichi llevaba más de 6 meses en amorío con una compañera del trabajo, por eso el dinero no le alcanzaba. Era la razón por la que rechazaba a su esposa todas las noches y muchas veces los dejó sin comida para consentir a la amante. Lo único que dijo fue: ¨Me voy, y no te atrevas a buscarme porque no quiero saber más de ustedes¨.
Zulfiya se arrodilló suplicándole que no los abandonara porque los niños aún eran pequeños y lo necesitaban, pero a él no lo detuvieron las lágrimas de una mujer desesperada ni las caritas inocentes de sus hijos y se marchó.
Aquella noche Zulfiya lloró sin parar, tenía miedo de no poder sacar a sus hijos adelante, en ¿dónde iban a vivir? El pago de la renta era en pocos días y su cartera estaba vacía, llevaba más de 10 años sin trabajar, a duras penas concluyó la primaria. No importa si es el peor hombre del mundo, enfrentar un divorcio con el padre de tus hijos nunca es fácil, así que la pena le carcomía el alma.
A la mañana siguiente fue a un mercado en Kara-Suu, después de unas horas ¡por fin! encontró empleo. La paga era mínima pero alcanzaría para que sus hijos no murieran de hambre. Zulfiya sabía que esa noche no tendrían un lugar a dónde llegar, y aun así se mantuvo fuerte. Sus pequeños la esperaban en la banqueta, pero Ishaq no entendía de razones, él sólo quería tomar su siesta, así que su madre colocó un pedazo de cartón en el suelo y lo acomodó para que durmiera.
