La mejor parte de una historia es siempre la que no contamos, la que guardamos en el pecho, la que nos roba sonrisas al recordarla.
Porque el nombre de una persona es tan solo el título y lo llamamos con cariño de mil maneras y nos acostumbramos a asociarlo a todo lo que nos rodea y nos hace bien.
Y las personas conocen nuestras fotografías y nos ven sonreír y a veces llorar.
La mejor parte siempre será la que al cerrar la puerta fluye entre nuestra piel y nadie puede describir con precisión.
Es esa porción de tiempo que no se puede calcular en un reloj y el calendario se lo traga por envidia.
Es esa parte que se repite en los besos que nadie más puede darnos porque no sabría igual.
Esa parte en que la espalda se vuelve una página en braille que solo a oscuras se puede leer.
Esa, siempre será la mejor parte de cada historia.
Un mundo perfecto para dos.

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