El club de los corazones solitarios. ( Capitulo 13 )
Capítulo 13.
El lunes por la mañana, traté de coger los libros para la clase de Español lo más rápido posible mientras me preguntaba cómo esquivar a Zayn, aun siendo compañeros de conversación. —¡Malik! —dijo Niall elevando la voz. «Genial». Noté que un brazo me rodeaba por los hombros. Levanté la mirada y vi a Zayn, sonriéndome. —Hola, Margarita. El sábado por la noche fue bestial, ¿verdad? Esbocé una débil sonrisa. —Aunque, claro, te deberías haber quedado hasta más tarde. —Sí, desde luego —intervino Niall con una sonrisa irónica—. ¿Es que se perdió gran cosa? Zayn miró al suelo como si, sinceramente, tratase de recordar. —Ya me parecía a mí —Niall sonrió y me hizo un guiño—. Buena suerte, Penny. Niall se encaminó hacia su aula, negando con la cabeza. Zayn me seguía abrazando por los hombros y aceleré el ritmo para soltarme. —¡Eh! Ve más despacio —me agarró por la cintura—. Tu chico aún no se ha recuperado del fin de semana. —Eh…, tengo que hablar con la señora Coles de…, eh…, cierto asunto, antes de la clase —le aparté la mano de mi cintura y, prácticamente, salí corriendo hacia el aula. Me pregunté si habría resultado demasiado sutil ponerme una camiseta que dijera: «Gracias por tu interés, pero ya no salgo con chicos». Sabía que Zayn no era un gran aficionado a la lectura, aunque sí solía observar mis camisetas con atención. —Tengo que hacerte una pregunta un poco rara —me dijo Zoe mientras nos dirigíamos a Biología. —¿Ah, sí? —¿Le has pedido alguna vez a alguien que salga contigo? —No, ¿por qué? Disminuyó la marcha. —Bueno, me gusta un chico; pero es un poco tímido, y no creo que se atreva a dar el primer paso. —Ya —de eso me había valido pedirle a Zoe que se apuntara a mi club—. En realidad, no soy la persona más indicada para hablar de chicos. He renunciado a ellos después de…, ya sabes. —Sí, claro. Lo siento —se mordió el labio inferior. —Tranquila. ¿Quién es el chico? —pregunté mientras entrábamos en clase. Zoe señaló al chico que se sentaba en primera fila. Vi a Louis Tomlinson, de segundo de bachillerato, encorvado en su asiento, con el pelo sobre la cara mientras, frenéticamente, hacía anotaciones en su cuaderno. —Es un encanto, ¿verdad? —Zoe se sonrojó. Louis levantó la mirada hacia la parte delantera del aula con un gesto de concentración en el semblante. Aunque yo hubiera estado interesada por los chicos, Louis no era mi tipo, la verdad:, odia las matemáticas, usaba camisetas de antiguas bandas de rock. Aparte de que fuera la encarnación del diablo (por ser chico y todo eso), parecía apropiado para Zoe. Era una de mis escasas amigas que entendían la importancia cultural de los Beatles. —¿Me acompañarías a uno de sus conciertos de los viernes? No tenía ganas de actuar de celestina, pero después de la movida con Sisa en el partido de fútbol de la semana anterior, me venía bien una excusa para no asistir al de aquella semana. —Claro. Eso sí, Zoe, no voy a ser una buena intermediaria, te lo advierto. Se echó a reír. —Vale, pero eres mi colega de concierto. Tienes que venir conmigo. No hace falta que hablemos con ningún chico. Sólo escuchamos la música y, después, nos vamos. Me sonó a la noche perfecta.
Capítulo 13. Parte 2.
—Entonces, ¿vamos a establecer las reglas para el club antichicos, o qué? —preguntó Sisa durante el almuerzo. —Se llama Club de los Corazones Solitarios —puntualicé. —Ajá. ¿Y vamos a tener que llevar camisetas idénticas o cinturones de castidad o algo por el estilo? No puedo esperar a ver ese logotipo. —Mira, Sisa… —Yo creo que estaría bien tener normas, o alguna clase de fórmula ritual —intervino Diane con voz animada, poniendo así freno a lo que podría haber supuesto la primera pelea oficial del club. Como todavía hacía buen tiempo, habíamos decidido comer en el exterior. Me apoyé sobre un enorme roble mientras comía una manzana. Sisa se incorporó. —Por favor, déjame redactar las normas. ¡Será divertidísimo! —Perfecto —respondí—. ¿Qué quieres…? Sisa agarró su cuaderno y empezó a escribir sugerencias. Me recosté otra vez- sobre el tronco y cerré los ojos. —De acuerdo, prepararé un borrador y lo presentaré en nuestra reunión oficial, el sábado por la noche —indicó Sisa—. ¿Te parece bien, jefa? ¿En qué lío me había metido? —Eh, chicas, ¿qué pasa? —preguntó Zoe a la vez que ella y Viki se unían a nosotras. —Hablamos de nuestro nuevo club —repuse yo. Viki miró el cuaderno de Sisa. —El Club de los Corazones Solitarios. —Las tres hemos decidido no volver a salir con los idiotas de este instituto… ni de ningún otro, claro —esbocé una sonrisa. Zoe abrió los ojos como platos. —Entonces, ¿no estabas de broma cuando me hablaste de renunciar a los chicos? —¡No! —Pues no lo entiendo —dijo Viki. —En realidad, no hay mucho que entender —expliqué—. Acabo de terminar con los chicos. Lo único que han hecho es darnos problemas a mis amigas y a mí. Diane y Sisa asintieron. —¿Y no vas a volver a salir con ninguno, nunca más? —Nunca más no; sólo mientras siga en el instituto. —Ah —Viki bajó la mirada a su botella de agua. Por la forma en la que los chicos como Zayn la habían tratado en el pasado, habría sido de esperar que lo entendiera. Zoe se quedó mirándome. —¿Me odias por querer ir al concierto? —No, para nada —le aseguré—. Sólo me refería a que no soy la persona más indicada para animarte a salir con nadie, ya que estoy segura de que Louis debe de ser la encarnación de Satán. —¿Qué tiene Louis de malo? —replicó Zoe a la defensiva. —A ver, es un chico… Sisa intervino. —Pen, creo que ya entendieron. —Oye, Sisa —Daniela nos llamó desde el árbol de al lado—. ¿De qué están hablando? Si están criticando a los hombres, tengo varias historias para ustedes. Sisa le hizo señas para que se acercara. —Ven aquí, amiga mía. Deja que Penny, nuestra líder, te enseñe el camino. —Sisa… Daniela y Amy Miller, ambas compañeras de clase con las que me había relacionado desde primaria, se acercaron. Amigas inseparables, parecían muy diferentes a primera vista. Daniela era la deportista, capitana de casi todos los equipos femeninos, mientras que Amy era bastante esnob y, por lo general, llevaba vestidos o chaquetas tipo americana, como si acudiera a trabajar a una oficina en vez de ir al instituto. Sisa, emocionada, les informó con detalle acerca del club. Zoe y Viki permanecieron en silencio durante la explicación. Seguramente se preguntaban en dónde se habían metido. —Un momento —interrumpió Amy—. Creí que esta mañana, en la clase de Arte, dijiste que ibas a salir de compras, en busca de un vestido para la fiesta de antiguos alumnos. ¿Quién va a ser tu pareja? —Vamos a ir juntas —expliqué—. Hemos pensado que será mucho más divertido que ir con chicos, que nos dejarán plantadas para hablar de lo que quiera que hablen los chicos. Amy y Daniela intercambiaron miradas. Entonces, Amy nos miró y dijo: —A mí me suena genial… ¿Puedo unirme? —¡Amy! —protestó Daniela—. ¿En serio piensas dejar de salir con chicos durante los próximos dos años, así, por las buenas? Amy echó hacia atrás su larga melena oscura y ondulada. —Por favor, Daniela, es una decisión bien fácil. He terminado con los chicos de este instituto, sobre todo después de lo que me hizo Brian Reed en primero de secundaria. Sisa y yo intercambiamos una mirada de desconcierto. —¿Qué te hizo Brian? —pregunté. Amy abrió los ojos de par en par. —¿Es que no te acuerdas? Negué con la cabeza. Amy suspiró. —Bueno, ha pasado mucho tiempo. Pero siempre me acuerdo porque, desde entonces, los chicos no han cambiado. Me refiero a lo infantiles que son. —¿Qué pasó? —Viki se sumó a la conversación. Amy se incorporó. —Bueno, Brian y yo estábamos saliendo, y utilizo el término «salir» muy a la ligera. De vez en cuando me acompañaba a casa después de clase, y los viernes por la tarde íbamos a los recreativos, donde lo miraba mientras se entretenía con los videojuegos. Un día, sin previo aviso, se acerca a mí durante el almuerzo y, delante de todo el mundo, me suelta: «Lo siento mucho, Amy, pero no te quiero ver. La basura que se tira no se vuelve a recoger». Todos los idiotas de la mesa de los deportistas se quedaron ahí parados, partiéndose de risa. —Ah, sí. Ya me acuerdo —repuso Diane con voz amable—. A veces, Brian se comporta como un ***** integral. —El trauma me duró el curso entero. Los cretinos de sus amigos me arrojaban basura cuando pasaba cerca de ellos. A día de hoy, sigo sin comprender qué hice para merecerme aquello. Y resulta que, hace poco, Brian tuvo la cara dura de ponerse a hablar conmigo, como si no me hubiera humillado, como si no me hubiera arruinado el curso entero cuando estábamos en primero. Daniela frotó el hombro de Amy. —No sabía que te siguiera afectando tanto. —Tenía doce años. Me traumatizó por completo —respondió Amy—. Créanme, lo he superado. Pero aquélla fue la primera de mis experiencias desastrosas con los chicos. Las otras historias no se pueden contar. Me encanta la idea de borrar a esos estúpidos de mi memoria. Daniela, conmocionada, se quedó mirando a Amy. —Pero… Amy levantó la mano para callarla. —Venga ya…, ¡mira quién habla! A ti te han hecho más cosas que a mí. —No, yo… —Josh Fuller. Al oír el nombre de Josh, Daniela se desplomó sobre el césped. —¿Quién es Josh Fuller? —preguntó Diane mientras daba palmaditas a Daniela en la rodilla. Daniela se pasó las manos por su pelo castaño oscuro. —El chico que me partió el corazón. Este verano, entrenábamos al baloncesto como monitores de tiempo libre y él… —Le tomó el pelo —concluyó Amy—. Coqueteaba con ella sin parar, incluso quedaron una vez. De pronto, se acabó. Siguió coqueteando, pero no volvieron a quedar. En cambio, cada semana paseaba por el parque a una chica espectacular y luego le decía a Daniela lo estupenda que ella era. Josh… —Basta —cortó Daniela—. Ya captaron —negó con la cabeza—. Es absurdo, pero la verdad es que no había conocido a ningún chico con el que hubiera encajado tan bien; daba la impresión de que lo tenía todo. Demasiado bueno para ser verdad. Asentí, pues entendía a la perfección cómo se sentía. Una oleada de energía me invadió de repente. —Venga, Daniela, únete a nosotras —la animé—. No los necesitamos, ¿verdad? Daniela esbozó una sonrisa. —Puedes apostar que no. —¡Perfecto! —Diane movió la cabeza en señal de asentimiento—. Ya somos cinco en el club. ¿Viki? ¿Zoe? Viki y Zoe se habían pasado en silencio los últimos cinco minutos. —Mmm, tengo pareja para la fiesta de antiguos alumnos… —respondió Viki, bajando la mirada a su almuerzo, intacto—. Es que… —No pasa nada —dijo Diane. —Y yo… —Zoe se mostraba visiblemente incómoda—. Lo siento, chicas, es que tengo que… —Ningún problema —les aseguré—. Entiendo que es mucho pedir. Cuando estén dispuestas, nosotras estaremos aquí. Conociendo a los chicos de nuestro instituto, me imaginé que no tardarían mucho en unirse al club.