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El club de los corazones solitarios. ( Capitulo 09 )

Capítulo 9.

Cuando me separé de Diane después de la cena, me sentía sinceramente feliz y esperanzada por primera vez desde hacía varias semanas. Contar con una cómplice, que además estaba pasando como yo por una ruptura, era justo lo que necesitaba. Cogí el móvil y comprobé que tenía tres mensajes. Los dos primeros eran de Sisa: ¿Ha empezado ya a llorar? Si se pone a hacer pucheros, ¡sácale una foto de mi parte! El tercero era de Nate: Voy a seguir enviándote mensajes hasta que me contestes. Pasé por alto a Nate y llamé a Sisa. —Cuéntamelo todo —dijo nada más descolgar. Traté de ponerla al corriente; pero no me dejaba meter palabra, ni siquiera de canto. No paraba de burlarse de Diane, lo cual empezó a molestarme. —Sisa, basta ya —elevé el tono de voz—. ¿Sabes?, ha sido difícil para ella. Imagina por lo que está pasando. Se siente perdida… —¡Por favor! —Interrumpió Sisa—. ¿Te estás escuchando? A este paso, vas a acabar invitándola a almorzar con nuestro grupo. Silencio absoluto. Sisa suspiró. —No irás en serio, ¿verdad? Anda, dime que es una broma. —Sisa—hablé con lentitud, eligiendo las palabras con cuidado—. Todo el mundo se está portando fatal con Diane. Tómalo como una obra de caridad. —Ya he hecho mi donativo —replicó con tono monocorde. —Por favor. Hazlo por mí —no traté de ocultar la nota de desesperación en mi voz. —Muy bien. Pero me debes una. Colgué el teléfono antes de que pudiera cambiar de opinión. —¿Te das cuenta de que te voy a matar por esto? —me advirtió Sisa por decimocuarta vez a medida que nos encaminábamos al comedor, al día siguiente. —Por favor, dale una oportunidad —supliqué. —Lo veo muy difícil. No sé, Pen, llámame loca si quieres, pero no me emociona la idea de ver cómo utilizan a mi mejor amiga. —Sé lo que hago —me dirigí a una mesa pequeña situada en un rincón, por si se producían mordiscos o tirones de pelo. Les dije a Zoe y a Viki que era mejor para ellas almorzar en otro sitio ese día; no quería convertirlas en cómplices de los actos de violencia que pudieran venir a continuación. —Sí, creo que dijiste lo mismo a principios de verano. Me quedé petrificada. Tracy me agarró de la mano. —Lo siento mucho, Pen. Ha sido un comentario terrible. Traté de sacudirme el pensamiento de la cabeza. Ya iba a resultar bastante difícil sin tener que pensar en… él. —Por favor, Sisa. Hazlo por mí. Sé agradable. Tracy tomó asiento sin pronunciar palabra. —Hola, chicas —Diane se sentó a nuestra mesa—. ¡Muchas gracias por aceptarme! Sisa forzó una sonrisa. —¡Ah! —Diane puso sobre la mesa una pequeña caja de cartón—. Como muestra de agradecimiento… ¡pasteles! —Diane colocó dos vistosos pasteles sobre la mesa. —Gracias —cogí el más grande y empecé a lamer el azúcar glaseado de color rosa. Lancé a Sisa una mirada indignada. —Eh, gracias. Diane sonrió encantada, seguramente porque eran las primeras palabras cordiales que Sisa le había dirigido nunca. —¿Sabes, Penny? Después de anoche, me encuentro mucho mejor. Renunciar a los chicos ha sido la mejor decisión que he tomado en mi vida. El club va a ser increíble. Oh-oh. Sisa trasladó la vista de una a otra. —¿Qué club? —Eh, verás… —el asunto se ponía complicado—. ¿Te acuerdas de lo que dije sobre que los chicos son escoria? Sisa puso los ojos en blanco. —Sí. —Bueno, pues he decidido que no voy a salir con ninguno, nunca más… —Penny —interrumpió Sisa. —A ver, Sisa, ¿te importa escucharme hasta el final? —la paciencia se me estaba agotando—. Intenté explicártelo el otro día, pero no dejabas de interrumpirme. Sisa cerró la boca y se recostó sobre el respaldo de su silla. —He terminado con los chicos. Al menos, mientras siga en el instituto y tenga que vérmelas con estos idiotas. De modo que decidí fundar a solas el Club de los Corazones Solitarios. Sisa se mostró desconcertada. —¿Tiene que ver con los Beatles? —Claro, y si alguna vez escucharas la música que te he regalado, lo sabrías. Bueno, el caso es que hablo muy en serio. No pienso volver a quedar con chicos. Y Diane ha decidido incorporarse a mi bando. Diane se giró hacia Sisa. —Deberías unirte tú también. Sería divertido. Sisa miró a Diane con desprecio. —¿Me consideras tan patética como para no conseguir quedar con un chico? —Eh, no es eso… —intenté interrumpir. —No, no me refiero a eso. Yo… —Diane parecía dolida. Sisa le lanzó una mirada asesina. —De acuerdo. Y dime, ¿cuánto va a durar tu afiliación al club? ¡Como si pudieras sobrevivir sin que la población masculina al completo te esté adulando! —Sisa, basta ya —dije yo—. Para mí, el club es importante. Sisa soltó un gruñido. —Vamos, Penny. ¡Sé seria! La cara me ardió de furia. ¿Cómo podía haber esperado que Sisa entendiera el sufrimiento por el que Diane y yo estábamos pasando? A ella nunca le habían destrozado el corazón. —¡No lo notas! —grité. Era la primera vez que le levantaba la voz. El grupo de novatos de la mesa de al lado se marchó—. Sé que no entiendes por lo que estoy pasando, pero es lo que necesito —la voz me empezó a temblar mientras trataba de reprimir las lágrimas—. Creía que todo había acabado, pero no es verdad. Me sigue mandando mensajes por el móvil. —¿El qué? —Sisa frunció los labios. —Él… —no tenía energía para hablar de Nate. —Penny, ya te lo he dicho. Es un imbécil —terció Diane con tono amable—. No le debes nada. Sisa se giró hacia Diane. —¿Es que sabes lo de Nate? —Claro que lo sabe. Pero ahora no me apetece hablar de él. Lo único que me interesa es este club, y dejar de salir con chicos. Más aún, es lo que necesito. Diane me apoya. Ojalá tú también lo hicieras. Un silencio descendió sobre la mesa. —Pen —dijo Sisa con voz serena—, perdona si piensas que no te apoyo, pero ¿es que no te das cuenta? Te está utilizando. Diane se estremeció. —¿Cómo puedes decir eso? No estoy utilizando a Penny —hizo una breve pausa, respiró hondo, y miró a Sisa cara a cara—. ¿Por qué me odias tanto? —Yo no… —Sí, me odias —Diane bajó la mirada a su ensalada, a medio terminar—. No sé por qué, pero siempre me has odiado. Confiaba en que las tres pudiéramos ser amigas, porque sé cuánto significas para Penny. De ninguna manera podría ser amiga de Penny sin tu… aprobación, supongo. Sisa miró a Diane con la más absoluta incomprensión. Seguramente, nunca había imaginado que Diane Monroe solicitara nada de ella, y mucho menos su aprobación. —Es que yo… —Sisa estaba disgustada—. No quiero que apartes a Penny de mí. Me quedé mirando a Sisa, horrorizada. ¿Cómo podía pensar de esa manera? —Sisa, Diane no va a hacer eso. Diane, vacilante, alargó el brazo y lo colocó sobre el hombro de Sisa. —¿Podrías darme una oportunidad? ¡Por favor! Alargué el brazo en dirección a Sisa. —Ya sabes que necesito contar con tu apoyo. Sisa sacudió la cabeza. —Me imagino que lo podría intentar… por Penny —el semblante de Diane se iluminó—. Pero espera un momento —Sisa lanzó a Diane una mirada feroz—. Si alguna vez (repito, alguna vez) le vuelves a hacer a Penny lo mismo, si le haces daño, no vivirás lo bastante para lamentarlo. Diane asintió con gesto alicaído. —Me gustaría de verdad que fuéramos amigas, Sisa. Me encantaría. Sisa le dedicó a Diane una sonrisa alentadora. —Sí, bueno, conociendo la historia de mi lista, me figuro que antes o después me uniré a vosotras en el lado oscuro. —¿Me dejas ver tu lista? —preguntó Diane, indecisa. Sisa hizo una pausa antes de sacar la lista de su bolsa. —¿Por qué no? —Ah, conozco a Paul Levine. Es encantador —comentó Diane. A mi entender, era el mejor comienzo que se podía esperar de nuestra nueva amistad a tres bandas.

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