El club de los corazones solitarios. ( Capitulo 02 )
Capítulo dos.
Todo ocurrió muy deprisa. Empezó como cualquier otro verano. Llegaron los Taylor, y la casa estaba hasta el tope. Nate y yo coqueteábamos sin parar…siguiendo la rutina de los últimos años. Sólo que, esta vez, por debajo del coqueteo latían otras cosas. Como deseo. Como futuro. Como sexo. Todo lo que había soñado empezó a suceder. Para mí, Nate era perfecto. El chico con el que comparaba a todos los demás. El que siempre lograba que se me acelerara el corazón y el estómago me diera un vuelco. Aquel verano, por fin, mis sentimientos fueron correspondidos. Salimos un par de veces, nada del otro mundo. Fuimos al cine, al cenar, etc. Nuestros padres no tenían idea de lo que estaba pasando. Nate no quería decirles, y me dejé llevar. Alegó que reaccionarían de manera exagerada, y no se lo discutí. Aunque sabía que nuestros padres siempre habían deseado que, en un futuro, acabáramos juntos, no estaba convencida de que ya estuvieran preparados. Sobre todo porque Nate dormía abajo, en nuestro sótano. Todo iba de maravilla. Nate me decía lo que yo quería oír. Que era preciosa, perfecta. Que al besarme se le cortaba la respiración. Me sentía en la gloria. Nos besábamos. Luego, nos besábamos más. Y después. Mucho más. Pero al poco tiempo ya no era suficiente. Al poco tiempo, las manos empezaron a deambular, la ropa comenzó a desprenderse. Era lo que yo siempre quería. Y yo me resistía. Todo lo que hacíamos se convertía en una lucha constante por ver hasta dónde cedería yo. Habíamos tardado tanto en llegar hasta ese punto que no quería precipitar las cosas. No entendía por qué no nos limitábamos a disfrutar del momento, a disfrutar de estar juntos, en vez de apresurarnos hasta el paso siguiente. Y cuando digo “paso siguiente”, me refiero al contacto físico. No había mucho diálogo sobre los pasos siguientes en cuanto nuestra relación. Después de un par de semanas, Nate empezó a decir que, para él, yo era la única, su amor verdadero. Sería increíble, aseguraba, si le permitiera amarme de la manera que él quería. Justo lo que yo había imaginado durante tanto tiempo. Lo que siembre había deseado. Así que pensé: “Sí, lo haré. Porque será con él. Y eso es lo que importa”.
Capítulo 2. Parte 2.
Decidí darle una sorpresa. Decidí confiar en él. Decidí dar el paso. Lo tenía todo planeado, todo calculado. Nuestros padres iban a salir hasta tarde, y tendríamos la casa para nosotros solos. -¿Estás segura de lo que quieres, Penny? –me preguntó Sisa aquella mañana. -Lo único que sé es que no quiero perderlo. –respondí. Ése era mi razonamiento. Lo haría por Nate. No tenía nada que ver conmigo, o con lo que yo quisiera. Todo era por él. Quería que resultara espontáneo. Quería que lo tomara desprevenido, y que luego se sintiera abrumado por lo perfecto que era, por lo perfecta que era yo. Ni siquiera sabía que yo estaba en casa; quería que pensara que había salido aquella noche, para que la sorpresa fuera aún mayor. Quería demostrarle que estaba preparada. Dispuesta. Que era capaz. Lo tenía todo pensado, excepto la ropa que me iba a poner. Me metí a escondidas en la habitación de mi hermana Rita y registré sus cajones hasta encontrar un camisón de seda blanca que no dejaba mucho espacio a la imaginación. También tomé su bata de encaje rojo. Cuando por fin estuve preparada, bajé sigilosamente las escaleras hasta la habitación de Nate, en el sótano. Empecé a desatarme la bata con una mezcla de emoción y nerviosismo. Me moría de ganas de ver la expresión de Nate cuando me descubriera. Me moría de ganas de demostrarle lo que sentía, de modo que él, por fin, sintiera lo mismo que yo. Esbocé una sonrisa mientras encendía la luz. -¡Sorpresa!- grité. Nate se incorporó del sofá como un resorte, con una expresión de pánico. -Hola…-dije con un tono dócil, al tiempo que dejaba caer la bata al suelo. Entonces, otra cabeza surgió del sofá. Una chica. Con Nate. Me quedé petrificada, sin dar crédito a mis ojos. Pasé la vista del uno al otro mientras, a tientas, reunían su ropa. Por fin, agarré la bata y me la puse, tratando de cubrir la mayor parte posible de mi cuerpo. La chica empezó a soltar risitas nerviosas. -¿No habías dicho que tu hermana había salido esta noche? ¿Su hermana? Nate no tenía una hermana, para nada. Traté de convencerme de que existía una buena explicación para lo que estaba viendo. Nate no me haría una cosa así, de ninguna manera. Sobre todo en mi propia casa. Quizá aquella chica había tenido un accidente justo delante de la puerta y Nate la había llevado adentro para…eh…consolarla. O acaso ensayaban una escena de una representación veraniega de… Romeo y Julieta al desnudo. O tal vez me había quedado dormida y se trataba de una pesadilla.
Capítulo 2. Parte 3.
Sólo que no era así. La chica terminó de vestirse y Nate, esquivando mi mirada, la acompañó al piso de arriba. Todo un caballero. Tras lo que me pareció una eternidad, regresó. -Penny-dijo, colocando una mano alrededor de mi cintura-, lamento que tuvieras que ver eso. Intenté responder, pero no encontraba la voz. Subió los brazos hasta mis hombros y empezó a frotarlos a través de la bata. -Lo siento, Penny. Lo siento mucho. Fue una estupidez, tienes que creerme. Soy un *****. Un ***** de marca mayor. Negué con la cabeza. -¿Cómo pudiste?- mis palabras eran apenas un suspiro; se me contraía la garganta. Se inclinó sobre mí. -En serio, no volverá a ocurrir. Escúchame, no pasó nada. Nada de nada. No fue nada. Ella no es nadie. Sabes lo mucho que significas para mí. Eres tú con quien quiero estar. Eres tú de quien estoy enamorado –bajó las manos por mi espalda-. ¿Ya te sientes mejor? Dime qué puedo hacer, Penny. Lo último que quiero es herirte. La conmoción se iba pasando, dejando la descubierto la furia que subyacía. Lo aparté de un empujón. -¿Cómo pudiste? –espeté-. ¿CÓMO PUDISTE? Esta última parte la dije a gritos. -Mira, ya me disculpé. -¿Te DISCULPASTE? -Penny, lo siento muchísimo. -¿LO SIENTES? -Por favor, deja de hablar y escúchame. Te lo puedo explicar. -Muy bien, perfecto – me senté en el sofá-. Explícalo. Nate me lanzó una mirada nerviosa; evidentemente, no había contado con que me sentara a escuchar lo que tuviera que decir.
Capítulo 2. Parte 4.
-Penny, esa chica no significa nada para mí. -Pues no daba esa impresión. –me ajusté el cinturón de la bata y agarré una almohada para taparme las piernas. Nate exhaló un suspiro. Un suspiro en toda su expresión . -Bueno, ya empezamos con el melodrama-ironizó. Entonces, se sentó a mi lado con los brazos cruzados-. Muy bien. Si no estás dispuesta a aceptar mis disculpas, no veo qué otra cosa puedo hacer. -¿Disculpas?-repliqué entre risas-. ¿Crees que decir “lo siento” es suficiente para borrar lo que pasó? Creí que habías dicho que soy especial –bajé la vista al suelo, avergonzada de mí misma por haber sacado el tema a relucir-. -Pues claro que eres especial, Penny. Vamos, ¿qué pensabas que iba a pasar? –la cara de Nate se tiñó de un rojo brillante-. A ver, las cosas son así: tú y yo… nosotros…nosotros…bueno, así están las cosas… No podía creer lo que estaba oyendo. El Nate de sólo unos días atrás había desaparecido y una especie de… bestia había ocupado su lugar. -¿Me quieres decir de que estás hablando? -¡Santo Dios! –Nate se levantó del sofá y empezó a pasear de un lado a otro-. Esto es exactamente de lo que estoy hablando: mírate, ahí sentada, como cuando éramos niños y no lograbas lo que querías. Bueno, he querido estar contigo desde hace mucho tiempo, Penny. Muchísimo. Pero aunque tú creas que quieres estar conmigo, no me quieres a mí. Lo que quieres es tu amor de la infancia. El Nate que te tomaba de la mano y te daba besos en la mejilla. Bueno, pues ese Nate creció. Y quizá tú deberías hacer lo mismo. -Pero yo… -¿Qué? Tú, ¿qué? ¿Te pusiste la camisa de tu hermana? Ésos son juegos de niños, Penny. Para ti es un día de boda perpetuo, sin luna de miel, sin quitarte el vestido de novia, sin nada de nada. Pero, ¿sabes qué? La gente practica sexo. No es para tanto. Empecé a temblar de arriba a bajo. Sus palabras me golpeaban. Nate negó con la cabeza. -No debería haberme metido contigo. ¿Qué puede decir? Estaba harto, y era mucho más fácil ceder a tus fantasías que enfrentarme a ellas. Además, lo admito, tienes ese toque de chica de clase media que te favorece. Nunca se me ocurrió que, al final, no serías más que una provocadora. Se me revolvió el estómago. Las lágrimas me surcaban las mejillas. -Oh vamos –Nate se sentó y me rodeó con el brazo-. Grítame un poco más y te sentirás mejor. Luego damos carpetazo y ya. Salí corriendo escaleras arriba. Para huir de Nate. Para huir de las mentiras. Para huir de todo. Pero no podía huir. Nate iba a seguir instalado en nuestra casa otras dos semanas. Cada mañana tendría que levantarme y mirarlo a la cara. Observar cómo salía por la puerta, sabiendo que seguramente iba a verla a ella. Sabiendo que Nate tenía que buscar otro sito porque yo no era suficientemente buena para él. Nunca me vería “de esa manera”. Día tras día me recordaba a mí misma que era una fracasada. Que lo que había deseado durante años había terminado haciéndome sufrir más de lo imaginable. Rita, mi hermana mayor, fue la única persona de mi familia a la que se lo conté, y la obligué a jurar que no se lo diría a nadie. Sabía que aquello perjudicaría la prolongada y estrecha amistad entre nuestros padres, y no parecía justo que Nate también la destruyera. Además, me daba vergüenza. No soportaba la idea de que mis padres descubrieran lo *beep* que era su hija. Rita intentó consolarme. Llegó a amenazar con matar a Nate si se acercaba a tres metros de mí. Pero incluso treinta metros habrían sido pocos. -Vas a estar bien Penny –prometió Rita mientras me rodeaba con su brazos-. Todos nos topamos con algunos baches en el camino. Yo no me había topado con un bache, si no con un muro de ladrillo. Y no quería volver a sufrir ese dolor nunca más.